Señora Directora General
Ya es hora que Bogotá tenga su Carnaval. Es entendible el temor reinante, de acuerdo con los antecedentes de los carnavales de Elvira I (década de los 30) y durante la administración del alcalde Juan Pablo Llinás (década de los 60), donde hubo borracheras, trompadas, raponeo, atracos a granel y abusos sexuales, entre otros desmanes de perverso espíritu carnavalesco. Sin embargo, ¿acaso no han estado ocurriendo similares eventos anticulturales en los carnavales y fiestas de Río, Venecia, y en nuestro país: Barranquilla, Cartagena, Santa Marta, Ríosucio, Villeta, Pasto, Manizalez, Calí y de San Pedro y otros más? Hay que tomar el riesgo, que los pocos bogotanos “puros” que quedamos —además de los colombianos que han estado llegando a establecerse, durante décadas enteras, de otras regiones— sabremos comportarnos.
Dicen que para un Carnaval tiene más ritmo un poste de alumbrado eléctrico que un cachaco, cuya cintura, al paso del ritmo, recuerda a las neveras. Pues sería bueno el experimento, ya que con el tiempo hemos mejorado y no somos tan fríos, en medio de un pequeño descanso que bien lo merecemos en el año, después de tanto trabajar, trabajar y poco rumbear.
Atentamente,
Fernando Cortes Quintero
Ciprés, Bogotá. Colombia.
Señor periodista
Guillermo Angulo
Director de Ciudad Viva
Sin duda que la niña Marianne Uribe se perfila como una gran periodista y —por ende— como una famosa escritora. Su crónica De la casa al colegio, en la pasada edición, es prueba fehaciente del pronóstico. Antes de continuar, le formulo una leve glosa: la última palabra del escrito debe ser ¿Cierto?
Ahora sí, continuamos, o mejor, seguimos, para evitar la redundancia: la vida de esta hermosa niña es la antítesis de cientos de miles —quizás millones— de chiquillos compatriotas, quienes desde muy temprana edad se ven obligados a trabajar para medio subsistir. Por ello cierro esta breve nota con la primera estrofa del poema Musgos, de otro Uribe (Diego), quien murió en 1921, y a quien el sacerdote José J. Ortega Torres calificó como “el poeta del hogar, de la bondad y del sufrimiento.” He aquí los versos anunciados:
Así miré a los niños con la pesada carga
sobre su espalda débil al declinar el día. Con los harapos húmedos y la sonrisa amarga, parados en la puerta de la /floristería.
Cordialmente,
Gerardo Cuervo Z.
[Autor de los himnos municipales de Cajicá y Cota] |
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