La restauración del Quiosco de la Luz, en el Parque de la Independencia, ha sido recibida con beneplácito por los ciudadanos. El estado de deterioro en que se encontraba esta construcción histórica, desde hace años, demandaba una intervención urgente. Como se sabe, fue donada por los hermanos Samper Brush “hijos de Miguel Samper Agudelo (1825 – 1899), [quienes] poseían desde 1895 el derecho de abastecer de energía eléctrica a Bogotá, y en 1909 establecieron la primera planta de cementos en las inmediaciones de la estación de La Sabana.” La construcción, realizada para la Exposición del Primer Centenario de la Independencia, fue construida totalmente en cemento nacional de la fábrica de los hermanos Samper. Éste tal vez era uno de sus grandes méritos: demostrar que se podía utilizar el cemento producido en el país para levantar una edificación acorde con el sentido histórico de dicha celebración.
El cemento servía no sólo para la estructura sino para los detalles ornamentales: frisos con guirnaldas, frontones con figuras alegóricas, etc. Es de lamentar que al ser restaurado por la Corporación La Candelaria y el Museo de Bogotá, no se tuvieran en cuenta algunos documentos históricos que prueban cómo era esta construcción en sus orígenes. Existen dos cuadros del pintor paisajista Roberto Páramo, pintados entre 1910 y 1915, en los que se muestra el color original del quiosco. Los dos cuadros presentan la edificación con ligeras variaciones de color —producidas por la luz— entre blanco, gris claro y marfil. Es probable que en un principio careciera de pintura, pues seguramente los hermanos Samper estaban interesados en promocionar su material. Además, en estas obras se puede observar que las puertas eran de color madera.
Tampoco se tomó en cuenta la memoria de los individuos que conocieron la construcción, hace más de cincuenta años. Después de la restauración, el Quiosco de la Luz aparece pintado de color ocre oscuro, que recuerda el color de la tapia pisada; friso azul “pasteludo” al decir del director de la Corporación La Candelaria, y las puertas blancas. ¿De dónde salie- ron estos colores? Según las calas realizadas durante la restauración, se encontró como color de base el azul rey y, bajo este pigmento, ningún otro color.
Este es uno de los momentos en que hay una inconsistencia que denuncia la falta de investigación, lo que prueba que no se indagó lo suficiente la historia del uso de la construcción. Según una nota de prensa, el Quiosco de la Luz
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El Quiosco de la Luz, óleo de Roberto Páramo
(1910), fue expendio de flores (1914) y biblioteca infantil (1938) y luego, sin mencionar una fecha precisa, “sirvió como salón de dibujo y como sede de administración del parque.” Pero, ¿cuántos colores tuvo durante 96 años? En las fotos publicadas en el libro del Primer Centenario de la Independencia (1911), aunque están en blanco y negro es posible apreciar que no hay tal variación de colores entre cada una de sus partes, como tampoco se ve en las obras de Páramo. A finales del decenio de 1960, la Galería Ud. ocupó el Trianón —nombre con el que se conoce a nivel popular— para sus exhibiciones. Como se trataba de una galería comercial, para llamar la atención fue barnizada de azul rey. ¿Este azul no corresponde acaso con el color de base que encontraron los autores de las calas? En el decenio de 1980 fue entregado al Museo de Arte Moderno de Bogotá para realizar allí los talleres infantiles.
En ese momento el Trianón vuelve a su color blanco original y las guirnaldas fueron barnizadas de azul pastel y rosa. Nuestro propósito con esta comunicación es generar una revaloración sobre las decisiones tomadas acerca del actual color que presenta el Quiosco de la Luz, y presentar, de manera respetuosa, los argumentos y documentos gráficos a los que hemos hecho mención. Esperamos que estos comentarios sean recibidos de la mejor manera, ya que no pretendemos criticar la labor que han venido realizando la Corporación La Candelaria y el Museo de Bogotá en cuanto a la restauración del patrimonio material de la ciudad.
*Con la colaboración de Carolina Vanegas Carrasco y
Juan Ricardo Rey–Márquez
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