El crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
Federico García Lorca (1898–1936):
Por Harold Alvarado Tenorio
Era de izquierdas, tenía gran éxito como escritor y era homosexual. Ian Gibson
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Pintura de Federico García Lorca
Cuando el 18 de Julio de 1936 Francisco Franco se
sublevó contra la II República Española, hacía apenas 35 días que Federico García Lorca había cumplido 38 años. Hijo de un hacendado y una maestra que le enseñó a tocar el piano desde niño, en Granada hizo estudios con jesuitas e intentó estudiar derecho en la universidad, pero abandonó la academia para dedicarse en exclusivo a la literatura, la pintura y la música. En 1919 se mudó a Madrid donde hizo amistad con Dalí, Buñuel y Alberti. Durante este tiempo, con la publicación de Poema del cante jondo o Romancero gitano se convirtió en una suerte de juglar, leyendo en voz alta sus poemas y obras de teatro. Poemas que, combinando la magia milenaria de los romances con brillantes y novedosas imágenes, “retratan” la vida y el talante de campesinos y gitanos: jinetes solitarios, mujeres frustradas, madres adustas y guardias civiles acosados por sentimientos eróticos, de muerte, aventura y represión.
En el arte del pueblo encontró García Lorca una respuesta a la desolación de la vida moderna: andaluces y gitanos vivían al margen de la sociedad conservando sus danzas y canciones, en una perpetua querella contra los representantes del orden. Seres cuya pendencia es la conquista de la libertad sensual y erótica en una sociedad que la niega agresivamente. Los sentidos invaden los versos con la áspera luz de naipe del mediodía, los machos, con una violencia sexual de navajas como peces hienden la rosa azul de los vientres femeninos, la naturaleza y los elementos poseen sentimientos y deseos tan irresistibles como los de aquellos. Los gitanos están orgullosos de pertenecer a una tradición que se expresa tanto en la danza, los amores, los vicios, como en el viento, la luna y las máscaras de fiesta donde hasta los santos menean las caderas y la luna ostenta nardos.
A pesar de su prestigio y popularidad, luego de una crisis emocional García Lorca decidió viajar a Cuba y Estados Unidos (1929-1930) en busca de alivio y nuevas fuentes de inspiración. El viaje produjo una obra maestra: Poeta en Nueva York , el libro de nuestra lengua que hace pendant con las obras de Eliot, Pound, Celan, Auden, Thomas y O'Hara sobre el horror y la muerte en vida de las sociedades mecanizadas.
New York, símbolo infernal de la vida del siglo XX, máquina destructora de la conciencia, devo-radora del ser, partera de la soledad y soledad ella misma, emperatriz del mundo que separa al hombre «debajo de las multiplicaciones, debajo de las divisiones», donde nadie parece ser y donde un día todo estará al revés:
¡Qué esfuerzo! ¡Qué esfuerzo del caballo por ser perro! ¡Qué esfuerzo del perro por ser golondrina! ¡Qué esfuerzo de la golondrina por ser abeja! ¡Qué esfuerzo de la abeja por ser caballo!...
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García Lorca, Dibujo de Manolo Millares - 1949
Estos poemas, y su desenfadada homosexualidad, fueron los pábulos que atizaron la mano de los asesinos. Como se sabe, tan pronto se conoció el levantamiento de Franco contra la República, García Lorca decidió abandonar Madrid. Granada cayó el 18 de Julio y cientos de simpatizantes del gobierno legítimo fueron asesinados por los nacionales. Al constatar que las detenciones no se suspendían Federico se refugió en casa de la familia Rosales, uno de cuyos miembros era un jefe de la Falange granadina. Allí pasó un mes, hasta el 16 de agosto, cuando una banda comandada por un tipógrafo y ferviente católico llamado Ramón Ruiz Alonso y su compadre Juan Tres-castro, acusando a García Lorca de espía al servicio de Moscú, le arrestaron y le llevaron a la sede del gobierno, donde José Valdés, desoyendo las suplicas de Manuel de Falla y de los Rosales, consultó el asunto con el también homófobo Gonzalo Queipo del Llano, quien respondió que al poeta le dieran “mucho café, mucho café”.
Esa misma madrugada, José Dióscoro Galindo, un maestro de escuela, Francisco Galadí y Joaquín Arcollas, dos banderilleros anarquistas y García Lorca, fueron llevados por el camino de Alfacar y ante un viejo olivar de la acequia que los mozárabes llamaban Aynadamar, “fuente de las lágrimas”, les fusilaron. Antes de morir, Ruiz Alonso justificó el crimen diciendo que el poeta “no era más que un intelectual rojo, amigo de rojos y además marica”.
Federico García Lorca ha sido uno de los poetas más y peor leídos de nuestra lengua. Quizás deba su gloria también a su muerte absurda. Pero, contrario a tantos otros poetas militantes igualmente prestigiosos, nunca perteneció a partido alguno, ni asumió principios políticos e ideológicos de los cuales desdecirse una vez pasado el triunfalismo de atroces dictaduras. Como Esenin, Mayakoski y Vallejo, fue uno de los verdaderos espíritus libres del siglo XX.
El crimen fue en Granada
I) El crimen
Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas, de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas— Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!— en su Granada...