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Un sábado en Usme
Por Otty Patiño
Observatorio de Culturas
Donde termina el TransMilenio en el sur, al final
de la Avenida Caracas, el primer barrio de Usme que uno encuentra es el Santa Librada, todavía en la parte plana; después sigue el ascenso hacia la loma. Subiendo, en un desvío hacia la izquierda, en la cima de esa loma está situado el antiguo centro operativo local, conocido todavía como COL El Virrey. Allí nos reunimos con el poeta lugareño Mario Alfonso Urbina y con Otto Salas, un colega de la Secretaría Distrital de Cultura, Recreación y Deporte que apoya el Consejo Local de Cultura de Usme.
Habitante de Usme junto a una tumba indígena.
El poeta es un hombre de 68 años, robusto, con 1,60 de estatura, de vestido entero color negro. Usa sombrero, a lo campesino. Nació en Pacho (Cundinamarca) y está radicado en la localidad hace 23 años. Más que poeta es un juglar; sus composiciones están pensadas para el canto acompañado con música de guitarra. Entre muchas de sus canciones sin publicar tiene una titulada «Usme del alma», que describe esta localidad en cinco pinceladas idílicas. Pero en Usme el desarrollo urbano no ha sido amable para sus habitantes. La tierra ha sido horadada por las máquinas extractoras de miles de toneladas de arena, roca y grava, para construir edificaciones en otras localidades. En Usme está también ubicado el relleno sanitario de Doña Juana, que recibe diariamente entre 6.000 y 10.000 toneladas de basuras de todo el distrito capital, y cuya vida útil ha sido cuestionada desde hace dos años debido a los grandes riesgos ambientales que genera en la vecindad.
El alcalde mayor de Bogotá, Samuel Moreno Rojas, visitando un sitio arqueológico en Usme.
Fotos Ignacio Prieto, Alcaldía Mayor de Bogotá
De camino para la entrevista con el dirigente comunal don Carlos Julio Navarrete, nos encontramos con la exploración que está haciendo la Universidad Nacional sobre el reciente hallazgo de la necrópolis muisca calculada en más de 2.000 tumbas indígenas. Esta necrópolis está ubicada en un terreno destinado a la construcción de un gran plan de vivienda de interés social por parte de Metrovivienda. El profesor Virgilio Becerra, director de la exploración, en esos momentos les explica a cientos de estudiantes de bachillerato de los colegios de Usme la importancia de este hallazgo arqueológico. «Cada uno de estos esqueletos y cada una de estas vasijas que ustedes están viendo son un libro de nuestra historia. Y aquí hemos hallado una biblioteca», les dice emocionado, señalando algunas de las osamentas descubiertas, protegidas ahora por casetas de plástico y madera.
El dirigente campesino Navarrete vive más allá de la cabecera municipal del antiguo municipio de Usme, y ve este hallazgo arqueológico como algo caído del cielo para detener la expansión urbana. Cuando le preguntamos si no creía inevitable esa expansión urbana, con tanta familia desplazada, tanta gente sin techo que necesita una vivienda, nos contesta socarronamente: «¿Inevitable o inhabitable?». Y a continuación expone sus temores: «Esta vereda donde estamos se llama Agualinda-Chiguaza, así la registramos en el departamento de acción comunal. Todos los vecinos nacimos aquí, nos conocemos y nos protegemos, aquí no hay robos. Hemos peleado juntos por los servicios del gas domiciliario, por la energía eléctrica, por el acueducto y por el alcantarillado. Todos tenemos un pedazo de tierra que cultivamos, y eso ya no será lo mismo cuando lo conviertan en zona urbana». En la cocina de su rancho, mientras su compañera nos sirve una bebida aromática, llega una anciana que pertenece al club de danzas organizado por Navarrete para el goce de los adultos mayores y la recreación de todos. «Queremos ampliar el club a actividades de teatro y a grupos de danzas de otras edades», nos comenta don Carlos Julio, mientras nos despedimos de él.
De regreso al área urbana, Otto Salas nos comenta que en la parte plana de la localidad hay grupos juveniles de hip-hop y de rock muy dinámicos, mientras a nuestra izquierda vemos el río Tunjuelo, un río de verdad, con piedras y aguas limpias; sentimos todavía el aire puro del campo y el paisaje rural que desaparece como tal en el embalse Cantarrana. «Hay un plan de descontaminación del río que ya empezó en la parte alta», nos comenta Salas.
Pienso entonces que hay mucho por hacer en Usme, que el Plan de Desarrollo recién aprobado con sus objetivos estructurantes, especialmente con el «Derecho a la ciudad», abre unas puertas inmensas para armonizar lo rural con lo urbano, la cultura tradicional con las nuevas culturas, la preservación del patrimonio histórico con la satisfacción de las necesidades del presente, el desarrollo económico con el medio ambiente sano, lo útil con lo estético, la construcción de nuevas viviendas con la preservación de comunidad, la expansión de los espacios públicos con la seguridad alimentaria. En Usme esos elementos están hoy fracturados. De eso hemos venido hablando con Jorge Gamboa, un apasionado consejero cultural de la localidad, quien nos orientó con sus conocimientos antes de emprender nuestro paseo sabatino en Usme.